domingo, 10 de marzo de 2019

50/50

Odio mi silueta y tener que crear con efectos òpticos la curva de mi cintura, pero amo mi carácter de cielo/infierno, que el otro siempre interpreta como doble cara, ya que no encaja en la etiqueta que se apresura a ponerme.
Odio la forma de mi cara y sus cachetes, pero amo mis ojos, mis cejas y mi sonrisa, y es de lo poco que me realmente me gusta.
Odio la cicatriz de la operación de píloro en mi abdomen, junto con la celulitis y la panza que adelgace lo que adelgace no se va, sin embargo no puede decir lo mismo de las estrías que llevo desde chica.
Y mis piernas! las odio, odio mi metro y medio de altura, pero agradezco ser de contextura pequeña y sobre todo que mis pechos sean chicos.
El objeto de mi odio, después de la no-curva de mi cuerpo es mi voz de pelotuda, admito que a veces genera cosas interesantes  en el otro que puede ir desde que me subestimen hasta que genere una dulzura necesaria, y aunque no me guste mi voz, si me gustan mis palabras y su contenido.
Y mi edad me conflictúa, no mi edad sino el concepto de edad en mi. Tengo 33 años, parezco de 20 (y puedo parecer menos si me lo propongo) pero me siento de 80, no desde ahora sino que siento que nací con 80 años: mi cuerpo es un envase que no refleja la edad cronológica que a su vez no me representa.
Odio ser perfeccionista y sentir que nunca alcanza, pero lo soporto porque eso me lleva a dar lo mejor de mí siempre.
Odio ser desordenada pero amo mi desorden.
Odio que me usen, pero disfruto de mi don de observadora que hace que me de cuenta de todo y juegue a experimentar hasta dónde llega el otro.
Odio mi papel de abanderada de la moral y los buenos valores pero todo eso se traduce a amistad, lealtad y honestidad que brindo.
Odio ser colérica y violenta en mis enojos pero amo la paciencia cultivada hasta que esto pase y mi sentido de la justicia que activa el enojo.
Odio sentirme sapo de otro pozo la mayor parte del tiempo, pero sé que es consecuencia de ser distinta al resto.
Odio mi autoestima en el subsuelo pero tengo la certeza que lo que quiero lo puedo porque tengo con qué.



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